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¿Qué es la Inmunosenescencia?

¿Qué es la Inmunosenescencia?

En las últimas décadas hemos observado como la población mundial ha ido envejeciendo, es decir, a medida que pasa el tiempo la proporción de personas mayores de 60 años ha ido incrementando. Cada vez hay menos nacimientos y, por el contrario, las personas viven cada vez durante más tiempo gracias a los avances médicos y políticas de salud.

De hecho, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) estima que en el 2050 la proporción de personas mayores de 60 años habrá incrementado más de un 20% respecto a la de hace tan solo unos años. Este cambio poblacional tiene un impacto importante en muchos sectores de la sociedad. En este sentido, los gobiernos y administraciones tienen un papel clave para actuar y realizar políticas que vayan dirigidas a promover un envejecimiento saludable.

El sistema inmunitario envejece: inmunosenescencia

Con la edad se afectan los diferentes sistemas del organismo, de la misma manera, nuestro sistema defensivo, el sistema inmunitario, también se “envejece”. Se conoce como inmunosenescencia el proceso en el cual, debido al paso de los años, aparecen toda una serie de alteraciones en nuestro sistema inmunitario. Este proceso tiene consecuencias claras en la salud de las personas, ya que cuando el sistema inmunitario se ve afectado y no puede desarrollar su función de forma idónea, pueden aparecer problemas colaterales, que van desde una mayor frecuencia y gravedad de procesos infecciosos, hasta un menor control de los procesos tumorales e incluso la aparición de enfermedades autoinmunitarias.

Impacto sobre la renovación celular

Por una parte, el envejecimiento afecta a todas las células del organismo, de forma que se altera el proceso de constante renovación, de forma que hay una menor capacidad para formar nuevas células. Este hecho también afecta a las que son muy activas como las del sistema inmunitario o la piel.

Hay que recordar que, de forma fisiológica, la piel y las mucosas constituyen una primera barrera defensiva frente a los agentes infecciosos, para impedir su entrada. Se ha observado que a medida que envejecemos, también lo hace nuestra piel, que está en continua renovación celular. Al verse comprometido este fenómeno de mantenimiento celular de la piel, se permite una mayor exposición a los agentes infecciosos que puedan encontrarse en el exterior, y por tanto más casos de infecciones.

En el caso del sistema inmunitario, la formación de las células inmunitarias se da en la medula ósea, que se encuentra como su nombre indica, en el interior de los huesos. Al nacer los huesos tienen una gran capacidad hematopoyética, es decir, de generar células sanguíneas, y entre ellas las del sistema inmunitario. Tiene una elevada actividad, y es de color rojo, que muestra precisamente esa habilidad de formar elementos de la sangre. Ahora bien, a medida que nos hacemos mayores esta capacidad se va reduciendo, ya que, en lugar de estas células, el espacio medular se ocupa de contenido graso, y es por ello que se conoce como médula ósea amarilla, que ya no es tan funcional. Es decir, la médula ósea de las personas mayores tiene menor capacidad para formar células del sistema inmunitario: los leucocitos. Además, algunos de estos leucocitos, para finalizar su proceso final de maduración, concretamente los linfocitos T, deben pasar por un órgano denominado timo, que se encuentra en la cavidad torácica, justo sobre los pulmones y el corazón. Está descrito que este órgano involuciona, es decir, que a medida que vamos envejeciendo, va reduciendo su tamaño y su estructura original se va alterando, de forma que su función también se ve afectada. Es por ello, que el número de linfocitos T activos está especialmente reducido en personas mayores.

Capacidad inmunitaria afectada

Por otra parte, no solo se trata de una cuestión de cantidad, también de actividad. Es decir, las células del sistema inmunitario, además de encontrarse en menor número, no realizan su función de la forma más efectiva. Muchas de sus funciones se ven afectadas.

Recordemos que la respuesta inmunitaria consta de dos mecanismos diferentes para defendernos. Por un lado, un tipo de respuesta muy rápido por parte de macrófagos, neutrófilos y células Natural Killer (NK), que va dirigida a eliminar el agente infeccioso o elemento extraño, aunque no sepan exactamente de quién se trata. Estas células, además de otros mecanismos, forman parte de la respuesta innata. Este tipo de respuesta también se altera con la edad, y, por ejemplo, los macrófagos, que son capaces de eliminar bacterias mediante el proceso de fagocitosis o ingestión del patógeno, no lo hacen con la misma eficacia. De la misma manera, las células NK, que destruyen células infectadas, por ejemplo, por virus, también son menos activas en personas mayores que en jóvenes. La capacidad de ambos tipos de células para producir mediadores -como citocinas- y así comunicarse con el resto del organismo también se ve afectada.